16 de agosto de 2011

Posos de Humanidad

Sentado en una de las sillas desvencijadas de la cafetería, Jamal Salti, mira el fondo de su taza de café como buscando alguna respuesta en los posos. Da una vuelta a la cuchara. Otra. Pero no descubre nada. Con la mirada perdida en alguna parte, un escalofrío le recorre el cuerpo: 25 de enero. La piel se le eriza de nuevo, y esta vez, advierte que no es el frío el que le ha puesto los pelos de punta. La puerta de la vieja cafetería se ha abierto de pronto y el comisario Gutiérrez ha pedido un cortado.

Premio Ortega y Gasset 2006. Autor: Sergio Caro.

Cubrió sus brazos y piernas con cartón y se envolvió las manos con trapos para evitar que los espinos de la verja le desgarraran el cuerpo. Entre sueños aún recuerda a Jalil desparramado entre los matojos y a Nasr tratando de levantarlo con las manos hechas jirones y esquivando los disparos de la Gendarmería. Corrió entre las sombras y consiguió llegar. Pisó suelo español. “Nada más caer de la valla, besé la tierra”. La misma tierra que arropó sus pasos durante los siete días que caminó desde la frontera argelina hasta Nador, para después saltar la valla fronteriza que separa Melilla de Marruecos.

El comisario Gutiérrez se ha tomado el café y, sin mediar palabra, ha dejado un euro en la barra y ha vuelto a la calle. Jamal ha seguido cada movimiento casi sin respiración, esperando que en algún momento el comisario se girara hacia él y le pidiera los papeles otra vez.

- Nombre.
- Jamal Salti.

Sentados cara a cara. El policía revisa varios informes. Lo hace despacio. Alterna la mirada entre documentos ininteligibles y los ojos aterrorizados del interrogado

- ¿Cuándo has llegado?
- ¿Tienes familia en España?
-¿Permiso de trabajo, de residencia?

Sin papeles. Ilegal. Tres palabras que deambulan permanentemente en su cabeza. Da igual lo que hayas hecho, quien seas, de dónde vengas. Sin papeles, ilegal. Sentado al fondo de la vieja cafetería, Jamal sigue centrado en los posos de su café. Es 25 de enero. Dos años después de pisar España, sigue sin conseguir el permiso de trabajo. Mueve de nuevo la cuchara y nada. No ve nada. Sólo el fondo de la taza. Negro.            

- Ey ánimo, hombre… ¿Otro cafelito? Venga, que este te lo invito yo.

Y Jamal vuelve a la realidad. Y mira a Paco, y con ojos tristes le regala su mejor sonrisa: “Esa máquina prepara el mejor café de Madrid”.


Nota: HUYEN a pie, a nado, moribundos. La pregunta es simple: ¿Estará el problema migratorio en las agendas de los Gobiernos del Primer Mundo algún día? Pero no como una cuestión de fronteras si no en clave humanitaria: No hay verjas, ni oceanos que puedan frenar el instinto de supervivencia.


Este gran reportaje lo resume casi todo:
El Bosque, por David Berlanga (Barra Libre), Premio Periodista Joven La Pepa 2010.

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