30 de noviembre de 2011

Este país está triste... ¿qué tendrá este país?


30 de Noviembre. Diez días tras el 20N. Sentada frente al ordenador, sigo tratando de escribir algo en este blog. ¿Alguna valoración? ¿Alguna reflexión sesuda sobre lo que pasó, sobre lo que viene, sobre lo que no será, sobre lo que perdemos, ganamos, dejamos, abandonamos? Se han escrito cientos de soluciones, alternativas a esta funesta crisis en estos últimos diez días. Las leo con cautela, con escepticismo, sólo veo un país triste.

Tengo 31 años. Mis padres me enseñaron a valorar la Democracia. Vivieron una juventud de estrechuras y me educaron bajo el convencimiento de que nada era peor que una Dictadura. Yo no la víví, pero escuché muchas veces el lamento ahogado de mi abuela y aún me estremezco con las historias de Francisco y Candelaria. No pueden olvidar, no quieren olvidar...recuerdos de pérdida, de exilio forzado.

Mi padre siempre habla con entusiasmo de lo que supuso construir un país nuevo, con libertades y derechos, un país que renacía del espíritu de gente joven, emprendedora, con ganas de hacer muchas cosas.

Hoy, más de tres décadas después, me planteo qué quedó de aquello. De todo cuanto se hizo para que viviéramos en un Estado de Bienestar, Igualdad y Libertad. Las personas de la generación de mis padres que lean estas letras se echarán las manos a la cabeza e invocarán sus sacrificios y renuncias por darnos lo que hoy tenemos. Y es cierto, lucharon contra un dictador, trabajaron muy duro por levantar un país en ruina social y económica, pero se equivocaron en el después.
Porque, hoy, treintaytantos años después, la sensación que tenemos los jóvenes (muchos jóvenes) es que tenemos empeñado el futuro.

- Leo el artículo de Concha Caballero que habla del exilio de muchos jóvenes españoles, muy cualificados, bilingües, con cursos, masters, experiencia y, sobre todo, con ganas de hacer muchas cosas... que se ven obligados a salir de España en busca de trabajo. De un trabajo, a veces no cualificado y casi siempre infrapagado (por lo menos son mileuristas, aqui pronto seremos seicientoseuristas).

- Asisto perpleja al festín que se están dando eso que llaman Mercados, de los que nunca nos hablaron, pero que dictan y obligan a hacer a aquellos a los que sí votamos, porque nos dijeron que debíamos creer en aquello de un hombre un voto.  

- Yo aún creo. He votado ya varias veces, pero en alguna de las ocasiones, sentí que mi voto no valía para nada. Porque la ley electoral que tenemos no es justa.

- El mundo está lleno de contradicciones, y hay algunas que te hacen perder la esperanza. Ya lo dijo el multimillonario Warren Buffet: “La lucha de clases sigue existiendo, pero es la mía la que va ganando”.

(Y estos son los títulares SÓLO de hoy!!)


Y todo esto sucede mientras...




Noticias, noticias, noticias... Realidades, realidades, realidades...

¿Desanimada? Noooo... sólo querría que alguien me aclarara hacia dónde vamos, qué va a pasar ahora... ¿es esto lo que me espera?



España parece triste... La gente está agobiada, desanimada. ¿30 años de Democracia dan para esto? Ya no sé si es una sensación que interesa crear o es que realmente los que gobiernan nuestro futuro no tienen ni idea de cómo sacarnos de esta (eso sí, mientras tanto, algunos se siguen llevando todo lo que pueden: lo público no es de todos, si no del que lo gestiona).

En fin, como dice una amiga: "Todo se verá", mientras, imagine...





12 de noviembre de 2011

Crónicas Urbanas. Rinconete y Cortadillo eran más sutiles.



Bazar. Aquella tienda de 'Todo a cien' (o de los veinte duros). Fila de clientes frente al mostrador. Sábado por la mañana: la gente compra pilas, bolígrafos, objetos de última hora antes de ir a tomarse unas cañas. Hace diez minutos que la fila no se mueve. Una señora, sesentaitantos años, atrincherada frente al dependiente marroquí, acapara el tiempo del resto de clientes:

- Le repito, a ver si me entiende, que cuando fui a poner las bombillas no me cabían en la lámpara.
- ¿Por qué usted no comprobar casquillo antes de comprar las bombillas?
- Hijo, que no es el casquillo, a ver si me entiendes, que es que la bombilla no cabe en la lámpara...
- Señora porque haber casquillo grande y casquillo estrecho.
- Que no es eso, que no es eso... no me entiende este hombre (y la mujer sonríe al cliente justo a su espalda, como haciendo una gracieta. El señor la mira serio).
- Te digo que no me sirven las bombillas... y es que son tres euros cada una... que me las cambies, digo.
- ¿Y qué hago yo ahora con ellas? Abierto, el paquete es abierto.
- ¿Cómo, hijo? Ay no te entiendo.
- Que el paquete es abierto. ¿Qué hago yo ahora?
- No entiendo que me dices... que son tres euros, que me las cambies...

Silencio. La fila sigue parada. De pronto, alguien se dirige a la mujer:
- Señora, que le está intentando decir  que abiertas no se las puede cambiar.

La cara de la señora se transforma y la voz amable da paso a cierto rugido. Se da la vuelta e identificando al dueño de la voz le espeta:

- ¿Te quieres callar, que no me estás ayudando?


Murillo.