10 de agosto de 2011
Crónicas Urbanas. Macabra cotidianidad.
Tumbado en la acera, dormita a la sombra de un escuálido naranjo. 40 grados. Junto al raído colchón, restos de pan y fiambre. Varias botellas de vino y cerveza culminan ese desdibujado bodegón que fue la cena o, quizá, la primera comida del día. Las dos de la tarde. Algunas mujeres salen del supermercado y miran de soslayo. Pena. Molestia. Costumbre: Ya es parte del paisaje de la calle Venecia.
- Con mi paguita compro to los días mi tostaíta- dice a voz en grito, mientras el camarero le pone el desayuno algunas mañanas de lucidez.
Después regresa a su esquina, a su raído colchón, a su botella de vino, a sus 60 años de borrosos recuerdos. Y vuelve a encajarse como una pieza más del paisaje cotidiano de la calle: ese puzzle macrabro que conforma la rutina diaria.
Nota: Los que figuraban en 2010 en los informes oficiales superaban los 13.000. ¿Y el resto?
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