24 de enero de 2012

Crónicas urbanas. La indignación de los mansos.

La mujer está frente al cajero. Busca en el amplio bolso la cartera. Saca llaves, neceser. Ni rastro del monedero. Absorta en su búsqueda infructuosa no se ha percatado de que con paso indeciso se acerca una muchacha. Piel oscura, manos sucias. En su regazo lleva a un bebé. Dormita casi inerte, ajeno a los movimientos de su madre.

La mujer ha logrado encontrar la cartera y ha sacado la tarjeta de crédito. Se dispone a introducirla, cuando dos jóvenes que caminan junto al cajero le gritan:

- Cuidado señora, que se le acerca la rumana esa y uno no se puede fiar de esa gente.

La mujer se ha vuelto y ha mirado la cara resignada de la muchacha de piel oscura. Es evidente que ha escuchado el grito de las jóvenes. Tal vez no tiene fuerzas para volverse a responder. Tal vez piense que bastantes problemas tiene ya como para encararse con el ánimo encendido de las que ya se alejan insúltandola, ahora con voz más templada.

- Deme algo señora, por favor, para el bebé.

Y la señora mira a la muchacha de piel oscura. Y al bebé. Y a las jóvenes que se alejan. Y grita:

- ¿Cuidado? Cuidado con las palabras. También hay españoles que roban, y mucho dinero, y esos no están en la cárcel.

Ante el grito sorpresivo y sin entender muy bien la queja, la muchacha ha agarrado al bebé muy fuerte y camina ya deprisa calle abajo.


Así prohibía una tienda de Mallorca la entrada a estas personas.


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