Dos días antes...
-Perdón, le llamaba por el cartel que tiene puesto en el piso de la calle Santa Justa.
- ¿Es un tercero no?
- Sí, si, un tercero. Quería saber el precio.
- Está totalmente reformado, persianas, suelo, puertas…
- Si, ¿y el precio?
- Se le acaba de cambiar la instalación eléctrica…
- Estupendo. ¿Cuánto vale?
- Son 200.000 euros.
- Eeeeh… ¿cuántos metros?
- 60 muy bien aprovechados. Eso sí no tiene ascensor.
- Imagino, porque el piso tiene de antigüedad...
- Hombre, 30 años… pero ya le digo que está totalmente reformado.
- Muy bien. Pues muchas gracias.
- ¿No le interesa? Porque… usted está buscando por la zona, ¿no?
- Bueno, sólo preguntaba… se me va del presupuesto… ¿estoy llamando a una inmobiliaria? No pone nada en el cartel, sólo un móvil.
- Soy la dueña del piso… pero, casualmente, trabajo en la inmobiliaria de la esquina, y tengo otros pisos en la zona que le pueden interesar. De hecho, me acaba de entrar uno por 120.000 euros en esa misma calle, un edificio más moderno.
- ¿Sí? ¿Cuántos metros?
- 50. Está para reformarlo completamente. Es una oportunidad.
- Lo siento, se me va del presupuesto.
- Pero, ¿cuánto quiere usted gastarse?
- Lo suficiente para no vivir en una ratonera que tenga que reformar por el mismo precio que un piso de 30 años que no puedo pagar y al que tendría que subir a patitas. Buenas tardes.
Fuente: El País |
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