12 de noviembre de 2011

Crónicas Urbanas. Rinconete y Cortadillo eran más sutiles.



Bazar. Aquella tienda de 'Todo a cien' (o de los veinte duros). Fila de clientes frente al mostrador. Sábado por la mañana: la gente compra pilas, bolígrafos, objetos de última hora antes de ir a tomarse unas cañas. Hace diez minutos que la fila no se mueve. Una señora, sesentaitantos años, atrincherada frente al dependiente marroquí, acapara el tiempo del resto de clientes:

- Le repito, a ver si me entiende, que cuando fui a poner las bombillas no me cabían en la lámpara.
- ¿Por qué usted no comprobar casquillo antes de comprar las bombillas?
- Hijo, que no es el casquillo, a ver si me entiendes, que es que la bombilla no cabe en la lámpara...
- Señora porque haber casquillo grande y casquillo estrecho.
- Que no es eso, que no es eso... no me entiende este hombre (y la mujer sonríe al cliente justo a su espalda, como haciendo una gracieta. El señor la mira serio).
- Te digo que no me sirven las bombillas... y es que son tres euros cada una... que me las cambies, digo.
- ¿Y qué hago yo ahora con ellas? Abierto, el paquete es abierto.
- ¿Cómo, hijo? Ay no te entiendo.
- Que el paquete es abierto. ¿Qué hago yo ahora?
- No entiendo que me dices... que son tres euros, que me las cambies...

Silencio. La fila sigue parada. De pronto, alguien se dirige a la mujer:
- Señora, que le está intentando decir  que abiertas no se las puede cambiar.

La cara de la señora se transforma y la voz amable da paso a cierto rugido. Se da la vuelta e identificando al dueño de la voz le espeta:

- ¿Te quieres callar, que no me estás ayudando?


Murillo.

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